Capítulo uno – Mis libros
Apurada como siempre corría en dirección a mi siguiente clase. Era normal verme en esta situación, quien me viera así creería que tenía alguna emergencia, pero al contrario de ello, yo no veía a nadie, solo quería llegar a tiempo a mi siguiente clase. Recién salía de una y ya tenía que ingresar a otra, en el instituto tenías tiempo entre clase y clase, algún recreo momentáneo, podías descansar un rato o tomar un café, pero en la facultad, no tenía ni tiempo de un pequeño bocadillo, había profesores que comenzaban la clase ni bien daba el cambio de hora, había que tener destreza para cruzar los pasillos a tiempo, ir corriendo a veces era lo más fácil para mí, hasta había veces que ni tiempo pensar en respirar tenía.
Creía que pronto podrá entrar en un concurso de natación para ver quien aguataba más bajo el agua sin soltar ni un poco de aire. Seguro ganaría, pero había un pequeño detalle no tenía tiempo para eso.
Iba de un lado para el otro todo el día, todos los días, mejor dicho siempre, este era uno de esos momentos. Tenía que llegar a mi clase de literatura mi favorita, pero una de las cuales casi empezaba antes de que termine de la hora anterior, el profesor parecía manifestarse en medio de la clase ya con todas sus ideas para el día listar y a medio decir. Miré el reloj de la pared más cercana antes de dar vuelta a la esquina, solo quedaban unos minutos para que el timbre sonara, aunque no era el instituto a cada hora soltaba un pequeño pitido, que ayudaba a varios estudiantes a no perderse en el tiempo, como me solía pasar. Antes eso no era problema, llegar un minuto tarde y no perderte nada, en el instituto, pero aquí si no estabas a tiempo estabas fuera.
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