Había días al mediodía en los que mi madre pasaba por casa, no sabía para que suponía que a cambiarse. Siempre usaba dos o tres cambios de ropas al día. Ese día era uno de ellos, yo estaba sentada en el sillón con Jake a mi lado abrazándome, Macy seguía en la cocina por lo que no se dio cuenta de que mi madre entraba por la puerta.
No estaba de humor como para salir corriendo a ocultar a Jake de los ojos de mi madre, ya no quería que todo fuera una mentira.
- ¿Quién es él? – pregunto despectivamente sin percatarse de que yo estaba llorando.
- Mi novio – respondió altivamente largando todo de una vez. Jake a mi lado apretó mi mano dándome valor para seguir.
- ¿Cómo que tú novio? – pregunto ella alterándose, comenzaba a volverse loca como siempre que algo no salía como ella quería.
Ahora parecía exactamente eso, algo que ella no había planeado nunca y de haberlo hecho, ese no había sido el resultado. Pero a mí no me importaba lo que ella dijera.
- Quiero que salga ya mismo de mi casa y si llega a volver llamaré a la policía – amenazó hablándome a mí como si no pudiera mirarlo directamente a los ojos. Escuché lo que dijo y no me sorprendí, por un lado me lo esperaba pero no pensé que pasaría tan pronto.
Me levanté del sillón sujeta a la mano de Jake y tiré de él para r corriendo a mi habitación sin dejar que él se marchara por lo que mi madre había dicho.
Entramos corriendo a mi habitación y me solté de él para dejarme caer en la cama llorando más que antes, sentía los escalones resonar ante el contacto con los tacones de mi madre. Jake se apresuró y se acercó a la puerta cerrándola con llave. Y después camino a la cama para acosarse a mi lado acariciando mi cabello en silencio.
- ¡Isabelle! ¡Abre ya esa puerta! – gritó mi madre golpeándola con fuerza, en mi mesita de noche tenía un adorno de porcelana, lo tomé y sentándome en la cama lo lancé con fuerza a la puerta. Golpeó a esta con fuerza y estalló en mil pedazos. Al otro lado se escuchó el silencio. No me importaba lo que pasará ahí fuera.
- ¡Is! – me llamó Jake. Corriendo el cabello de mi cara – no llores - al escuchar su voz, sabía que él sentía mal por mí, que le dolía verme así. Me levanté solo un poco para recostarme a llorar sobre sus piernas.
- ¡Isy! – me llamó lento y cauteloso mi padre desde el otro lado de la puerta, yo me quedé sorprendida, a pesar de mi llanto, por su tono de voz y por cómo me había llamado.
Ya casi había olvidado eso. Cuando yo era pequeña, cuando pasaba mis ratos con mi padre, él me llamaba Isy, siempre lo hacía. Pero ahora el tiempo era otro y parecía que todo lo que ellos alguna vez habían sido, palabras dulces y cariñosas, que un padre dice a su hijo, nunca hubieses pasado por sus labios. Esa época había terminado.
- Quiero irme – pedí llorando luego de unos segundos de escuchar eso.
- ¿A dónde? – pregunto curioso y confundido.
- Quiero que no vayamos de acá, los dos juntos – pedí limpiándome las lágrimas de los ojos.
- Pero no podemos hacer eso – me frenó aunque yo sabía que él lo deseaba tanto como yo.
No entendía porque el cambiaba, ya que antes solía tomarse todo a la ligera y que nada le importara. Pero yo me sabía cuenta de que eso era porque en este momento él era capaz de reaccionar, ahora él no estaba enojado sintiendo bronca. En cambio yo me sentía así por eso sabía que tenía que hacerle caso.
- Tienes razón – dije calmándome un poco y me puse a pensar sobre eso. En la fecha que estábamos, tan solo ya faltaban unos pocos días para terminar las clases y para eso momento si íbamos a poder huir – nos quedan solo tres días de clases – comenté organizando todo en mi mente, quería tener todo listo para que después mis padres no pudieran retenerme o peor separarme de Jake.
- Bueno si quieres, la otra semana, organizamos todo y nos vamos – me dijo él, a lo que yo negué – ¿pero no querías irte? – pregunto alzando una ceja confuso.
- Si, pero no quiere irme dentro de una semana. Me quiero marchar ya de esta casa – supliqué.
Mi deseo de separarme de ahí era grande. Sentía tanto odio hacía mis padres, que no planeaba quedarme ni un segundo más en el lugar, puesto que me sentía como una extraña. Si, era mi casa, pero cuando la gente que te rodea, que vive con vos no parece parte de tu mundo, lo único que te queda es huir sin mirar atrás.
- Bueno te prometo que el día después de que terminemos el instituto nos marchamos – lo decía sin estar seguro de sí mismo, él pensaba que no funcionaría pero yo sabía que sí. Su expresión cambió por completo, por lo que me di cuenta de que una idea se le había ocurrido – se me ocurrió algo, todo saldrá perfecto – tiró de mi brazo y me acunó entre los suyos, yo ahí me sentí más segura. Sabía que estaba en casa junto a él.
Etiquetas: Buscando cariño, Capítulo XIV, novela
Publicar un comentario